Elena de Troya







Crónicas de un suicidio

A Silvia Plath y Alfonsina Storni
No dejo que la enredada
fuga de los ángeles semirotos
apague la luz que evita mi asfixia.

Muerdo la humedad de la fotografía pulcra
de la utópica vida que debería llevar.

Entrecierro los ojos y veo el rastro
de miserias que desfigura la noche,
Noche que no existe más que para
los caracoles dormidos en mis pupilas.

Sujetan mi tórax las sombras
 me empujan a rodar
entre círculos de infiernos azules.

Sujeto la cama con las raíces de mis uñas
Y me alimento de los minerales de las pasiones muertas.

Mastico,
expulso,
y suprimo
las tentaciones reptantes
quiero despertar
y llenar mi boca de rayos de luz
sónicos y metálicos.

Pero, ya no hay nada que temer
Solas caen en silencio
Las últimas gotas de sangre en los azulejos del piso.

Luisa Elena Estrada

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