Elena de Troya





Reflexiones de un momento desafortunado

Entre nauseas, vértigos, temblores y un repentino deseo de propiciar una masacre, lloro una desesperación sorda y renca que murió a medio camino y no alcanzó la garganta. El estómago digiere una bola de acero, el cabello se cae en combate contra el estrés. Ya no sirve la pintura, la lija ni la sierra, sudé toda posibilidad de belleza. Un perrozompopo malabarista manosea la ventana y se burla de mi asfixia, "no podes respirar tranquila, ¡raza cínica! la vida se te hizo miserable". Ay perrozompopo maldito, desapareciste para corretear alguna hembra mientras yo quedo allí sentada escupiendo pedazos de ira.

Luisa Elena Estrada

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