Medio Ambiente ¿Vale la pena? Vivo en la finca Santa Fe, comunidad La Bayona, Reserva Natural Estero Padre Ramos. En mi familia hemos luchado por más de 30 años por la conservación del medio ambiente, la protección de la fauna y la flora. Esta lucha lo único que nos ha dejado son enemistades y desencanto. A mi madre la han amenazado varias veces porque ha denunciado a los que entran en nuestra finca a depredar el bosque, los cuales, son los mismos vecinos. Hemos visto con tristeza como se han terminado los armadillos, los venados, los saínos y muchas otras criaturas que antes abundaban en la zona. Hace unos días al recorrer nuestras tierras descubrí algo que me ha dejado muy angustiado, sin permiso talaron varios arboles de especies valiosas como Pochote y Guanacaste entre otros. Esos pobres arboles ni siquiera tenían el diámetro suficiente para aprovecharlos, fue un total desperdicio. También han construido una camaronera rustica matan...
Madruga para ser sustento de viejas tablas, láminas cancerosas, recorre adoquinados caminos calzada de hierro, espera la carga. El mediodía con su enardecido a cuestas, trinca bocados para un estómago papuloso, le falta el aire, una sensación incendiaria le pide parar. Su herida supurante recuerda el coyundazo en el lomo es embestida por encachimbados enjambres de moscas que luchan contra los motores El riguroso dictador acaba con sus fuerzas músculos colapsados, indefensa, galopa hasta cerrar los ojos Mario Gabriel Solórzano Gómez
Lustraba zapatos en los mercados de Managua, al terminar las jornadas tupía los ojos al escuchar murm ullos del viento. Había poemas de su niñez en el difuso aleteo de pájaros, algunas nubes sueltas arrastraban hojas buscando niños muertos. El niño lustraba trocitos de culpa desperdigados sobre el cuero de los zapatos. Recolectó mariposas amarrillas a la hora del almuerzo. Al Terminar el día cerró los ojos para escuchar la canción del viento, el final se acercó con un silbido violento por parte del sol, la pequeña fortuna ganada vibró de miedo en su bolsa. Era el sustento de su madre para la comida del día. El niño cerró los ojos al escuchar un segundo silbido, cantaba la inopia de una madre quebrantada, una familia rural imperceptible ante un padre muerto. Cuando finalizó el canto, el sol se hizo pequeño y lo aplastó. María Fernanda López González
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